martes, 31 de marzo de 2015

Acera de un medio día cualquiera

Marchan sin marcha marcial
en un desfile de tumulto y desorden sincronizado,
buscando su destino por GPS,
cada uno encerrado en su torre portátil,
solos en la muchedumbre.


Un desespero indomable los amarra,
los amordaza,
y su moneda es el grito y el paso acelerado,
como la sangre que recorre sus venas,
hirviente caldo de vida no vivida.

Las manadas de hierro
arrasan como tsunami,
auyan los coyotes de uniforme.

La poca paz que queda dentro de sus ojos,
depende de un tomacorriente abandonado,
de donde conectar la ventanita de su mundo.

Cuanta falta hace un niño y su correlina inocente,
en esta acera de medio día y ciudad domesticadora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario