miércoles, 20 de mayo de 2015

Derecho al Odio


El monstruo se pasea triunfante por mi vecindario,
sobre los cadáveres hechos números,
tiene una estola de cabellos humanos
para proteger del frío
a los merecedores de su mecenazgo.


Regala dos monedas, una hogaza de pan,
un sorbo de agua,
antes de bajar la palanca a los condenados,
bendice en latín con la misma boca
que engulle sangre palpitante,
da abrazos de paz con los mismos brazos
que arrancan el verdor de todas las selvas.

Un crucificado,
desde un comercial de TV,
me dice que lo ame,
que me deje aplastar,
que ponga otra mejilla,
que baile un vals con la bestia,
que me enamore de su alma de piedra.

Renunciar al odio que me hace enfrentarlo,
es negar mi amor por aquellos que asesina,
mi amor a mi mismo,
es negar mi otredad,
sé de uno que sacó a patadas los mercaderes del templo,
en él creo.

Advierto que en mi
no encontrarán un día de tregua.

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