domingo, 17 de mayo de 2015

Cesar



Un cilindro de lata,
un vendaval amarillo,
la espalda de tu gente de colores
mirando siempre al horizonte,
a la utopía,
desde el cerro yermo que les dejó el progreso,
queriendo escapar
de su vida
de perro
con cuerpo de rosinante.

El café de esta mañana me supo a tus mitos,
me olió a tu incandescente arcoiris,
en esta ciudad infectada de apuros, de desalientos,
me tropiezo contigo y tu exhorto,
con los pies descalzos de tus mujeres,
con el dolor invisible de tus seres sin rostro.

Me gritas desde cada verso
seguir soñando, pero asentado en la tierra,
seguir creando esta nación necesaria e imprescindible,
la del amor y la esperanza.

El pueblo está despierto,
creando río y selva
en los ojos de Amalivaca.

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