Hasta al oro lo corrompe el orín,
las joyas engastadas se desgastan,
las coronas...
solo son sombreros de feria,
vestigios de sangre y herrumbre,
de casas viejas y viejas mañas.
Su majestuosa hediondez,
me ordenó callarme un día,
y solo grité más fuerte,
ya callar quinientos años era suficiente,
hoy estoy de pié,
me debes tu futuro,
así como me robaste mi pasado,
tienes tanto miedo,
a tus pobres, a tus descalzos,
a los que les fabricaste el hambre,
que solo atinas a saludar detrás del blindaje.
Ay, Su Majestad,
creo que usted también sangra,
lo esperan en la acera y la plaza,
lo espera la indignación hecho Pueblo.
Ay, Su Graciosidad
creo que la gracia lo abandona,
su cetro se empolvó,
y solo le queda un REAL terror.
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