Una cuerda curtida de días,
una lata deshabitada,
una sonrisa descalza
que recorre las venas espesas de la urbe
soñando…
La conoce hasta sus esquinas más perdidas,
ha dormido su hambre en todas ellas
ha abrazado su soledad cincelada,
aprendió a penetrar las mesas sin ser visto,
extender su mano esperando el mendrugo,
aprendió a no ver a los ojos,
se ha arropado con el olvido de los que pasan,
rompiendo las sombras de concreto.
Sigue sonriendo… descalzo,
sigue sonriendo en la ancianidad de sus siete años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario