Quiebro el cántaro
para hacer barro
y llenarme la piel de los colores de la tierra,
cincelo tu nombre de petroglifo en mis manos,
cual testimonio de mis delirios.
Salgo a la selva que me espera,
hambrienta de mis sudores estas tu,
encuentro tu mirada en cada esquina
y tu cintura paseante por las plazas,
en la noche que duerme en tu cabello,
te escondes,
pero te huelo,
contundentemente habitas
en cada rincón de mi desvelo
y lo sabes,
vas dos pasos delante de mi,
entre las ramas,
entre segundos verdes,
cuando llego,
ya no estás,
solo dejas tu perfume de almizcle.
Regreso a mi piel,
tu contenta,
duermes
sabes que mañana,
volveré tras tu aroma,
buscando sin descanso,
el día de arder en nosotros.
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