Me nombras,
me invocas,
me escrutas,
como un perro recién despierto
oteas,
olfateas
buscas en mis ojos
la respuesta que me he negado a dar.
La terrible manía de hablarnos
me hunde en el lago de mis contradicciones.
Hueles a mecha nocturna,
a insomnio,
a boca seca,
desparramas la ultima taza de café sobre la mesa
y me oteas,
me escrutas,
me tomas por la nuca y la quijada,
me obligas a ver en el espejo opaco
el cadaver blanquecino de la mentira.
Espectro.
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