lunes, 23 de noviembre de 2015

DAESH

Sopla un viento lacerante desde desierto,
el apocalipsis de probeta la plaga de hoy,
alimentada de aceite negro,
acorazada con monedas del norte
y metralla occidental
bebiendo la sangre de cuellos de cualquier rincón,
para saciar su sed de poder,
invocando al Dios que ofenden con sus actos.
Patean y muerden,
van con paso de Atila,
haciendo yerma la tierra que pisan,
llevan una bomba en sus cuerpos,
y un detonador en su alma inhabitada.

No tienen patria ni amor,
su nacionalidad, el odio,
su país, el dolar
su religión, el exterminio.

Son el animal domesticado,
que hoy destroza la cara de su amo,
son la excusa para el bombardeo,
son el mal necesario para los mercaderes de la guerra.

Siguen vivos,
siguen matando,
siguen estallando en la boca de sus dueños,
pagados por el occidente que disimula un regaño.
Solo queda tras su paso, 
ruina...
la baba tóxica de sus financistas
y los efectos colaterales de siempre...
Langostas del desierto.

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